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Fantasmas en la Ciudad

por on Noviembre 03,2008

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CIUDAD DE MÉXICO
AGENCIAS


Cuando los fenómenos paranormales se presentan de manera continua en cualquier tipo de construcción hablamos de un lugar embrujado, el cual puede albergar fantasmas, poltergeists o demonios; este tipo de fenómenos generalmente son desencadenados por un hecho trágico sucedido en la propiedad.
Entre los más comunes se encuentran: olores fétidos, voces, risas, lamentos, pasos, frío extremo, sombras, objetos que se mueven solos, puertas y ventanas que se abren y cierran, etc. Ciertos o no, resultan súper atractivos, por lo que no es raro que muchos busquemos información sobre lugares extraños para visitarlos y tratar de comprobar si son ciertos.
El Sanborns de los Azulejos, la Alameda, el edificio Canadá, el Archivo General de la Nación, la Plaza de Santo Domingo, la Casa de la Malinche, el convento del Desierto de los Leones, entre muchos otros inmuebles, guardan leyendas y misterios que el tiempo ha mantenido y que muchas veces nos provocan un tremendo escalofrío.


La casa de la tía Toña

Se dice que en la tercera sección del Bosque de Chapultepec hay una extraña casa que fue el hogar de "la tía Toña", una señora solitaria que, según algunas versiones, se dedicaba a cuidar niños para ganar un poco de dinero; otras, dicen que ayudaba a niños de la calle dándoles de comer y un techo para dormir. Como la señora ya era muy grande no tenía mucha paciencia, así que un día estalló y mató a golpes a los niños; para deshacerse de los cuerpos, los arrastró hacia el río para después suicidarse en su habitación. Según la leyenda, cuando atraviesas el puente, que cruza lo que queda del río, comienzas a escuchar el lamento de una anciana, voces y el sonido de piedras cayendo al agua; al llegar a la casa se dice que puedes ver el rostro de la anciana asomado por las ventanas. Los que han entrado dicen haber sentido la presencia de "alguien" y una fuerte opresión en el pecho, además de ver sombras corriendo, escuchar lamentos y risas de niños. Lo más cañón es que a algunas personas les han aparecido rasguños en los brazos de manera inexplicable.


El callejón del aguacate

Se dice que en una casa ubicada en este callejón de Coyoacán, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, algunas personas se reunían para jugar con la ouija. En una ocasión, la tabla reveló que se llevaría a cabo una traición fatal por lo que el dueño de la casa decidió adelantarse a lo pronosticado y matar a sus compañeros. Cuentan que hasta la fecha se escuchan aullidos, el sonido de cadenas, risas tenebrosas e incluso se puede ver la figura de una mujer parada en una ventana; de acuerdo a la leyenda, almas en pena se aparecen a las personas que recorren el callejón de noche. Existen múltiples versiones sobre esta historia, la cual es muy popular entre los jóvenes que acuden continuamente al lugar, ocasionando la molestia de los vecinos, quienes han levantado varias quejas; se dice también que el lugar no es muy seguro, pues debido a su poca iluminación se han llevado a cabo algunos asaltos.


La casa de don Juan Manuel

Cuenta la leyenda que en la casa que actualmente se ubica en la calle de Uruguay número 94, vivió un hombre muy rico llamado don Juan Manuel de Solórzano; por azares del destino, el hombre se retiró de los negocios y se encerró en su casa preso de la amargura. Con el paso del tiempo, el hombre se envenenó de celos que lo llevaron a la locura y creyendo que su esposa lo engañaba, le ofreció su alma a Lucifer a cambio de conocer al causante de su deshonra. El demonio le pidió que saliera de su casa a las once de la noche, se acercara al primero que pasara cerca de ella y le preguntara la hora; cuando la víctima le contestara, él exclamaría la frase ?Dichoso aquel que sabe la hora de su muerte' para después enterrar un puñal en el pecho del incauto hasta arrancarle la vida. Este hecho se repetía noche tras noche por lo que la gente estaba consternada y llena de pavor y ya nadie se atrevía a salir por las noches. En un momento de lucidez, don Juan Manuel buscó a un fraile para confesarle sus crímenes; el religioso le dijo que como penitencia debía acudir tres noches seguidas a la Plaza Mayor y arrodillarse al pie de la horca para rezar un rosario. Al tercer día, los habitantes se percataron de que el cuerpo sin vida de don Juan Manuel colgaba de la horca por lo que atribuyeron que su muerte había sido causada por las ánimas de aquellos a quienes les había quitado la vida. Algunos dicen que en nuestros días, el espíritu de don Juan Manuel de Solórzano aún sale a las once de la noche para preguntarle la hora a su próxima víctima.



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