Fausto Fernández Ponte
I
El desempleo en México no suele representarse con fidelidad en las estadísticas oficiales --las del Estado--, por lo que la fehacencia del fenómeno se sustenta principalmente sobre una base de vivencias personales o gremiales.
Éstas, empero, son más confiables que el registro estadístico aunque carezcan del atributo del rigor metodológico y resulten principalmente de discernimientos en la lógica aristotélica de los inferimientos válidos a partir de premisas experienciales.
Así, la realidad --por lo menos en México-- se nos ofrece subjetivamente; es decir, vemos sus representaciones totales o parciales pero no la realidad misma ni sus componentes ni cómo éstos actúan entre sí, en lo interno, y con lo circundante.
Sin embargo, ante estadísticas sospechosas --que supondríanse expresión del método cientìfico de la demostración verificadora--, el acervo vivo de experiencias adquiere visos de infalibilidad, con márgenes de error explicables o justificables.
Por ello, es convicción general de que el desempleo en México tiene registro infiel, pues no descubre ni mucho menos consigna la cotidianidad de la desocupación laboral y sus corrosivas secuelas en el tejido económico y, sobre todo, social.
Dado ello, el telón de fondo de la estadística laboral --a partir de un contexto referente centrado en la figura de la población económicamente activa-- refleja verismos aproximados. Ergo, la definición del desempleo es mutante y relativa.
II
Gremio por gremio, el desempleo es ostensiblemente dramático; es decir, alcanza el atributo de la espectacularidad, a partir de definiciones que devienen del empirismo vivencial de cada quien. Hay desempleo y hay desocupación, según definiciones personales.
Mas fuere cual fuere la definición identificatoria, no semántica, del desempleo y/o desocupación, los paradigmas para discernir y dar fe del fenómeno en México es vivencial más que de padrón censal. Es tangible. Los gremios lo padecen severamente.
Y el gremio de los periodistas --y, epicenamente, los trabajadores de los medios de difusión-- refleja con creces ésta realidad socioeconómica tan lacerante, aunque la interpretación del fenómeno trascienda, como trasciende, el ámbito laboral.
Vero. El gremio periodístico y, dígase también que el gremio de los medios difusores, padece no sólo desempleo extremo, sino también degradación salarial y en la calidad prestacional del empleo. Subsiste en la inseguridad casi total y en incertidumbre.
De hecho, para los periodistas de reciente acceso al mercado laboral y los de viejo cuño se ha llegado al extremo monstruoso, por aberrante, de recibir bajos salarios y tener malos empleos y también vivir la contradicción: pagar por trabajar. Por publicar.
Los medios de difusión de contenidos periodísticos privilegian la producción intelectual gratuita y, como agravante castradora, bajo el imperativo de que ese esfuerzo del intelecto y la mano de obra --oficio o experiencia o prestigio-- sea censurado.
III
Y es que a la explotación del periodista, de por sí perversa pues crea plusvalía para empresarios voraces de dinero y ambiciosos de un poder que ejercen para amasar fortunas de origen dudoso, se agrega otra acción de violencia socioeconómica.
Sí. Violencia socioeconómica y, a la vez, indigno y humillante, atentatorio contra un derecho humano fundamental: someter a censura sistémica (y sistemática, añadiríase) el trabajo intelectual que enriquece a quienes los difunden.
Desempleo y/o desocupación son rampantes en el gremio de los periodistas (afín, reitérese, a otro gremio, el de los trabajadores de los medios difusores), con estragos dramáticos en estratos societales cruciales, los de la comunicación social.
Las causales de ese fenómeno en el gremio periodístico son ciertamente socioeconómicas, pero también son síndrome ominoso y conturbador: usar la difusión como medio de control societal, conformando una conducta colectiva única, del pensamiento único.
De eso se trata. Desempleo y/o desocupación y la explotación laboral impune y cínica reflejan en el gremio una realidad macrocósmica de crisis nacional que, en su turno, exhibe lo inviable que es la forma de organización económica dominante.
Esa inviabilidad es brutal: crea desempleo, inseguridad, incertidumbre, esclaviza --por explotación-- el esfuerzo laboral y sitúa al individuo en una trampa opresiva de la cual no puede escapar con los recursos convencionales de lucha política.
Estímase informalmente que en el gremio de periodistas el desempleo y/o desocupación se representa así: de cada cien periodistas, sólo 45 tienen empleos. Y de esa proporción porcentual --45 por ciento--, pocos están pagados decorosamente.
Los gremios están en crisis aguda, de magnitud épica, heroica diríase; el de los periodistas refleja exponencialmente ello. Le rubro económico --empresarial-- de la difusión tienen, sin duda, su propia crisis, pero atenuada por la complicidad con el poder.
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GLOSARIO:
Épica: perteneciente a la epopeya o a la poesía heroica.
Exponencialmente: aumento cada vez más rápidamente del crecimiento.
Síndrome: conjunto de síntomas característicos de una enfermedad.