¿Candidatos Behavioristas? (Segunda de dos partes)
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MAREA ROJA
Por: Martín G. Iglesias
Ya hemos hablado de los candidatos que tratan de utilizar la técnica Behavioristas para poder llegar a sus electores; pero lo hacen tan mal que a través de la concepción conductista o behaviorista de los seres humanos, los individuos pueden ser tratados -en palabras de L. V. Bertalanffy- como "enormes ratas de Skinner" en los laboratorios escolares. En este contexto, Bloom (citado por Stenhouse, 1975) provee una " ... clasificación del comportamiento esperado de los electores, la manera en que los individuos van a actuar, pensar o sentir como resúltado de su participación en una unidad educacional".
Crudamente, la anterior parece ser la descripción de un lavado de cerebro. Por supuesto, en cada partido siempre existe algo como un propósito o ideal a alcanzar, pero éste no necesariamente tiene que ser expresado en términos del comportamiento medible del elector. Después de todo, "tests", exámenes y en general los métodos comunes de evaluación pueden medir solo los correlatos de conocimiento y aprendizaje. Es erróneo pensar que pueden medirlos en si mismos.
Otro elemento que se debe analizar en este asunto es la cuestión de la naturaleza del conocimiento y su relación con los valores. El enfoque de objetivos asume que el conocimiento puede ser representado en "listas" y, por otra parte, evitar la cuestión de los valores en la selección de objetivos. Peters (citado por Stenhouse, 1975) afirma que educación electoral significa involucrarse en actividades valiosas o significativas, las cuales poseen su propio valor intrínseco y pueden ser justificadas en sí mismas. La traducción de las estructuras de conocimiento en objetivos de comportamiento o conductuales, resulta en la distorsión del conocimiento mismo. Ciencia y conocimiento son procesos abiertos, por lo que no pueden ser enfocados apropiadamente de manera mecánica.
Por otra parte, este modelo de objetivos conductuales evita cuestiones relativas a valores humanos y cuestiones filosóficas, enfatizando solamente los procedimientos operacionales (MacDonald-Ross en Golby, M. et al., 1975). No provee de un criterio para la justificación de objetivos y estos últimos resúltan insuficientes para el diseño de una estrategia electoral; fallan en su tarea prescriptiva. La relación entre objetivos y los items en los "tests" no es confiable. Así pues, aun en el nivel de clarificación y eficiencia de la tarea electoral, el modelo behaviorista de objetivos no llena los requerimientos necesarios.
Tenemos que aceptar que no sabemos todo y que la humildad, tal como afirma Gregory Bateson (1972, como una actitud general en la ciencia y especialmente en las ciencias sociales, es lo que puede conducir a aprender y a actuar de una manera más sabia en relación con nuestro mundo circundante. Bateson arguye que uno de los más terribles desastres ocurridos después de la Revolución Industrial fue precisamente el gran incremento de la arrogancia científica. El hombre aprendió mejores "trucos" para controlar el medio ambiente en términos de medios-fines (la manera rápida de obtener lo que uno quiere. A través de esta racionalidad, el ser humano adquirió el poder de instrumentar tales secuencias lineales más eficientemente con la ayuda de la tecnología.
Bateson enfatiza que cada vez que aplicamos las ciencias sociales debemos examinar nuestros hábitos de pensamiento acerca de medios y fines. Si los definimos como separados, y usamos las ciencias sociales como medios instrumentales, estaremos manipulando a los seres humanos a fin de lograr cierto objetivo. No importa cómo definamos tal objetivo, lo que a ciencia cierta alcanzaremos será un sistema de vida totalitario. El propone buscar en la dirección de los valores implícitos en los medios mismos; el acto no derivará su valor con referencia a un fin futuro.Estaremos destruyendo todas las otras posibilidades en la vida electoral, no favoreceremos pensamientos críticos y autónomos. Pero, finalmente, nuestra decisión dependerá de cómo definamos qué es democracia.
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