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Dios nos llama para participar

por on Junio 27,2009

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Santos: Irineo de Lyon, obispo; Vicenta Gerosa, fundadora, y Pablo I, papa. (Verde)

 

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 46, 2)

 

Pueblos todos, aplaudan; aclamen al Señor con gritos de júbilo.

 

ORACIÓN COLECTA

 

Padre de bondad, que por medio de tu gracia nos has hecho hijos de la luz, concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo...

 

LITURGIA DE LA PALABRA

 

Lectura del libro de la Sabiduría: 1, 13-15; 2, 23-24

 

Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera. Las creaturas del mundo son saludables; no hay en ellas veneno mortal. Dios creó al hombre para que nunca muriera, porque lo hizo a imagen y semejanza de sí mismo; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan quienes le pertenecen. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

 

Dios nos llama para participar de su vida. El acceso a la vida se abre a aquellos que practican y aman la justicia, a la vez que viven conforme a la sabiduría divina.

Del salmo 29 R/. Te alabaré, Señor, eternamente.

 

Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste. R/.

 

Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo. R/.

 

Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. R/.

 

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios: 8, 7. 9. 13-15

Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en palabra, en sabiduría, en diligencia para todo y en amor hacia nosotros, distínganse también ahora por su generosidad.

 

Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieran ricos con su pobreza.

 

No se trata de que los demás vivan tranquilos, mientras ustedes están sufriendo. Se trata, más bien, de aplicar durante nuestra vida una medida justa; porque entonces la abundancia de ustedes remediará las carencias de ellos, y ellos, por su parte, los socorrerán a ustedes en sus necesidades.

 

En esa forma habrá un justo medio, como dice la Escritura: Al que recogía mucho, nada le sobraba; al que recogía poco, nada le faltaba. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

 

El ideal que subyace a esta exhortación es la igualdad relativa. Cada hermano recibirá conforme a su necesidad. Cuando esa igualdad se descomponga habrá que reestablecerla.

 

ACLAMACIÓN (cfr. 2 Tm 1, 10) R/. Aleluya, aleluya.

 

Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. R/.

 

Lectura (Proclamación) del santo Evangelio según san Marcos: 5, 21-43

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente.

 

Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: "Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva". Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.

 

Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años.

 

Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.

 

Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de Él, se volvió hacia la gente y les preguntó: "¿Quién ha tocado mi manto?". Sus discípulos le contestaron: "Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: '¿Quién me ha tocado?'". Pero Él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido.

 

Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad?.

 

Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: "Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?". Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que tengas fe". No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

 

Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: "¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida". Y se reían de Él.

 

Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: "¡Talitá, kum!", que significa: "¡Oyeme, niña, levántate!". La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados.

Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Dos mujeres segregadas de la comunidad religiosa de Israel. Jesús las sana y les restituye la dignidad perdida. Ahora pueden mirar de frente a los suyos y alabar al Dios que las sanó.

 

Credo

 

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

 

Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía por medio de la cual tú te dignas hacemos partícipes de los frutos de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo ordinario.

 

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jn 17, 20-21)

 

Padre, te ruego por ellos, para que sean uno en nosotros, a fin de que el mundo crea que tú me has enviado, dice el Señor.

 

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

 

Que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, que hemos ofrecido en sacrificio y recibido en comunión, sean para nosotros principio de vida nueva, a fin de que, unidos a ti por el amor, demos frutos que permanezcan para siempre. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO

 

La función de las mujeres en la Iglesia sigue siendo un asunto urgente que demanda reflexión y diálogo.

 

Ellas son las principales testigos y transmisoras de la fe desde el alba misma de la resurrección.

 

El testimonio decidido de María Magdalena y el grupo de mujeres que la acompañan anima a los apóstoles a buscar con otros ojos al crucificado.

 

Quienes confesamos a Jesús como Señor necesitamos reconocer que numerosas catequistas, madres de familia, tías solteras y abuelas ejercen un testimonio incansable de fe y amor a Dios. Reconocido o no, el suyo sigue siendo un ministerio profético que mantiene viva la esperanza en Jesús resucitado.

 

Estas dos mujeres de las que nos habla el evangelio son incorporadas por Jesús a la sociedad israelita. Jesús mantiene actitudes compasivas e incluyentes, sin hacer distinción alguna de sexo, raza o condición social.



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