Nov 16,2007 00:00 by redaccion Villahermosa, la herida, la polvorienta... Caminar por sus calles es peligroso: kilogramos de lodo, enfermedades impalpables, los reproches, las pirámides de basura, la desesperanza… A Villahermosa el polvo se la está comiendo con urgencia. Caminar por sus calles es peligroso: kilogramos de lodo, enfermedades impalpables, los reproches, las pirámides de basura, la desesperanza y las alcantarillas fracturadas. Cuando el río Grijalva regresó a su cause, después de doce días de inundación, Villahermosa cambió de piel. Ya no era aquella Venecia mexicana, sino una ciudad polvorienta, colmada de olores en las esquinas, en los comercios, en las plazas. “No se soporta el olor, el polvo que se mete en la nariz, las calles llenas de basura”, expresa Georgina Landero. A los pies de la señorita Landero, una empleada de la ciudad, podría filmarse la película “Lo que el agua nos dejó”. No es una pirámide de la cultura Olmeca o Maya lo que está a la vista de Landero. Es una montaña de autos, televisores, computadoras, impresoras, aires acondicionados, escritorios, puertas, ventanas. “Los tiramos con tristeza pero qué le vamos a hacer”, exclama una vendedora de aparatos electrodomésticos. Antes que le preguntemos que si contrataron algún seguro, previo a la inundación, matiza que “los seguros son (sólo) para los que tienen”. En las pirámides de basura uno encuentra piñatas, zapatos, ropa, jaulas, colchones, lavadoras, pedazos de camas, refrigeradores, instrumentos musicales, teléfonos, juguetes, diarios y revistas que el río recicló en el Centro Histórico de Villahermosa. Los más pobres sobrevuelan en los alrededores de los cúmulos de desechos. “Algo servirá”, dice Juan Pérez, un recolector urbano. En un triciclo carga una estufa vieja, un refrigerador que usará de closet, un colchón que secará con el sol. Los comerciantes, unos cuantos de los 10 mil que reportaron perdidas en la ciudad, aún no han sido censados, por la Secretaría de Economía, para recibir el auxilio, el “empujón económico”. “Perdimos todo, no sé de dónde sacaré 250 mil pesos para empezar de nuevo”, anticipa Sergio Vázquez. Él, propietario de una empresa dedicada a la limpieza, fregó en las últimas horas su comercio en la calle Méndez, a 400 metros del río Grijalva. Para los comerciantes, en medio de la polvareda, el lodo y de los jacintos muertos que dejó el paso de la inundación, no habrá festividad de fin de año; ni un solo peso para adquirir foquitos. “Se verán las marquesinas sin luces, a la pela vaca, sin ninguna gracia”, coinciden los comerciantes. “Ni nos comprarán pinturas, siempre diciembre es una temporada alta para nosotros, si no habrá dinero para las lucecitas, menos para los botes de pintura”, añade Alejandro Silván. Unos 2 mil recipientes se los tragó el río, con el, 700 mil pesos que sólo recuperará esforzándose en los próximos 2 años. Aquí, en estas calles que aún huelen a animales muertos, a verduras podridas y a 20 mil toneladas de cal que vertieron para desinfectar, los del Ejercito Mexicano continúan retirando el dique que se construyó –con costales y arena- para evitar la inundación. “Ya quitamos más de 500 costales, pero el polvo ya nos mareó” comenta uno de los soldados. Antes la queja era que el agua estaba en sus pies, hoy que el polvo que se está metiendo en la nariz, en la piel, en los pulmones. Los comerciantes, los habitantes del Centro, están usando –desde hace 2 días- los cubre-bocas que enviaron de la Secretaría de Salud: desde la calle Madero hasta 27 de febrero. Desde Méndez hasta Zaragoza. “Cuándo íbamos a pensar que andaríamos así, tapados de la boca, como esos de las películas cuando se descubre una epidemia”, precisa Laura, una empleada de la ciudad. Dicho esto se vacunó en un modulo del gobierno de Tabasco. “Contra el tétano y la influenza”, remata. A las casas musicales el río Grijalva no los perdonó. Les sepultó bocinas, guitarras, pianos de cola, percusiones. “Este piano (explicó) costaba 400 mil pesos, ya no sirve; algunas cosas las subimos a lo alto pero el río superó los 2 metros de altura”, narra Víctor Canché; Ivonne Sánchez quisiera pensar en las pérdidas. No lo hará: “hacerlo en presionarme más, de lo que debo, de lo que perdí”. “Perdimos todos, vendíamos perfumes, y las 3 sucursales se inundaron”, reporta Isidro Martínez. A sus pies, durante la limpieza que hizo del local, entre las calles Zaragoza y Pino Suárez, encontró 500 envases de perfume., “ninguno sirve”, exclama. Los comerciantes quisieran ponerse de pie con prontitud. Pero perdieron hasta las mercancías previstas para la época decembrina. En las torres de basura hasta los santa clouse se ahogaron, lo mismo sucedió con Rodolfo el reno que apareció moribundo en la esquina de la calle Méndez con Constitución. “Esto es un castigo”, grita un voceador en esta tierra en dónde aún no llegan los diarios nacionales, los mismos que le dieron cobertura total a la inundación de Tabasco. “Yo perdí 20 mil pesos, todas las revistas se mojaron, ya ni llorar es bueno”, declara una vendedora. Ayer, después de 200 horas de ausencia, en Villahermosa volvió a llover. No hubo alegría como en la temporada de calor, sólo preocupación. |