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El Grito… de Desesperación

por on Septiembre 07,2009

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?Desde el punto de vista analítico, el informe presidencial sirve, si acaso, como resumen estadístico de un año perdido. Pero no se busque en él la explicación de la crisis nacional?.

Adolfo Sánchez Rebolledo.

I

El mensaje que Felipe Calderón leyó en Palacio Nacional  el miércoles (2/IX/2009) con motivo de su III informe acerca del estado que guardaría la administración pública (enviado al Congreso de la Unión la víspera) fue un grito desesperado. Aullido, pues.

Y aullido patético de desesperación política, añadiríase; de frustración personal, de ausencia de satisfactores existenciales y motivaciones ubérrimas en el ejercicio de potestades constitucionales dudosas y muy cuestionadas, ante un horizonte de eriales.

En ese confín árido ?yermo desolado? el grito de desesperación de don Felipe que aun resuena con ecos fantasmales por los cavernosos ámbitos de Palacio antójase, apropiadamente, cual gañido de dolor y terror. Baladro de pavores.

Fue también mensaje en el que se consignaron logros pírricos o incluso imaginarios, indicios  de la presencia fehaciente incluso para los legos de  trastornos francamente inequívocos de desórdenes que conducirían a mitomanía y simulación patológicas.

Señálese que los síntomas de mitomanía y simulación presiden la conducta de los personeros del poder político del Estado mexicano, desde los más encumbrados ---presidentes y gobernadores?hasta los más modestos (legisladores, alcaldes, etcétera).

Empero,  la mitomanía y la simulación no impiden a los personeros del poder político registrar, discernir e identificar la realidad,  aunque ésta y sus componentes, causales y efectos, sean  ignorada por imperativos  estratégicos y hasta tácticos o por cortedad.

II

Más llégase inexorablemente ?tarde o temprano-- a la encrucijada que la realidad plantea. Discernir la realidad no requiere mayor inteligencia; identificar y comprender sus componentes, causales y efectos actuales y prospectivos demanda genio.

Y genio no es don Felipe; no lo ha sido desde que accedió al escenario público y, posiblemente no lo será. Sus muy obvias y dramáticas cortedades y sus evidentísimas brevedades se advierten en su vocación irreprimible por la superchería y el prejuicio.

ero aun con opacas luces (o sin éstas), don Felipe ve los círculos concéntricos de la realidad más inmediatos a él --los de menor diámetro? y cae en la cuenta, en la soledad de Los Pinos y las trampas de la cortesanía interesada, que no tiene asideros.

Asideros políticos que lo salven de la caída al vacío abisal cuyo fondo prospectivo es que el Congreso de la Unión lo cese laboralmente, con derecho, eso sí, a pensión y seguro de desempleo y gajes que los tres millones de sus desempleados no tienen.

Pero existen otros asideros devenidos de la investidura: jefe supremo de las fuerzas armadas,  v. gr., y albedrío para mover las partidas presupuestadas por el Congreso, y jugar con los reflectores de los medios difusores propiedad de algunos de oligarcas.

Pero incluso éstos --los oligarcas locales-- lo han dejado solo, lo cual explica el grito de desesperación que lanzó en Palacio Nacional.  Promueven ya lo oligarcas, a tres años de la renovación sexenal, en  el  nuevo pelele, joven, apuesto, vano. Cierto don Enrique.

Más los asideros que don Felipe puede alcanzar en su caída por el vacío no están empotrados con firmeza.  Las Fuerzas Armadas podrían sentir que no necesitan un jefe civil débil. Y el presupuesto podría ser fiscalizado con rigor por el Congreso priísta.

III

¿Y los medios difusores?  Prostituidos al extremo, éstos  abandonarían al cliente sexenal con bolsillos vacíos.  Los oligarcas no son célebre por dar, sino por quitar, despojar, por su ingratitutd. Y sólo dan cuando ello les reditúa ganancias.

Volvamos al grito septembrino de don Felipe. Quedamos en que no fue, subráyese, patriótico con arreglo a la efeméride del 15 de septiembre de 1810.  El desesperado grito calderonista fue implorante. ?¡No me dejen solo!?. Pero está solo.

Y, lo que es peor, abandonado hoy por los oligarcas que financiaron en 2006 el golpe de Estado de Vicente Fox: la aviesa ?guerra sucia? a Andrés Manuel López Obrador y, luego, las huisacherías del IFE y la prestidigitación grotesca del Tribunal.

Así, en la vorágine de su caída solitaria ?pero a la vista de todos? y cada vez más rauda, don Felipe propone ?cambios profundos?, pero no los enuncia ni mucho menos los describe y ni siquiera identifica. ¿Sabrá qué es un cambio profundo?

Temeríase que no. Un cambio profundo implica modificar totalmente, en lo económico,  las fuerzas productivas y las relaciones de producción; y en lo político, extinguir al Estado antisocial actual, y constituir uno nuevo, acusadamente social.

Y fiel a la vocación de insolencia del conservadurismo mexicano ?la historia lo señala como antipatria, más los mexicanos ignoramos que la educación pública se usa para que olvidemos el pretérito identitario--, don Felipe exige ayuda con gran soberbia.

Sin la humildad laica de Juárez o Cárdenas, don Felipe demandó esos ?cambios profundos? posibles sólo si el poder lo tuviere el pueblo en una democracia real.  Don Felipe no quiere irse a medio sexenio.  ¿Lo dejará el PRI como figura decorativa?

Por Fausto Fernández Ponte

www.faustofernandezponte.com

 



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