?La renuncia a los protocolos de la política formal no es el camino para asumir responsable y racionalmente la necesidad de una plataforma de emergencia? de grandes reformas como las que México requiere?. Rolando Cordera Campos.
I
Que Felipe Calderón no gobierna es percepción establecida con raigones de convicción y, ergo, certidumbre, en la psique pública y ciertos estratos del poder económico y político en Estados Unidos, Canadá, España y Nuestra América.
Por Nuestra América entienda el caro leyente a los Estamos americanos y sus pueblos originarios y mestizos ?indo-afro-ibéricos? que ocupan vastos territorios de América del Norte, Centroamérica, el Caribe y Sudamérica.
Esa percepción, si bien es una consecuencia, también es causal de un proceso de descomposición del poder polçitico del Estado mexicano. Esa descomposición es perversamente contagiosa y ha afectado, ya, al Etado mismo.
Los síntomas de ello son inequívocos, aunque los personeros del poder político (priístas, panistas, perredistas, ?verdes?, petistas, ?convergentes?, etc.) continúen haciendo profesión adhesiva, crematística, de fe en el statu quo.
Pero esos síntomas se manifiestan con dramatismo y espectacularidad e imposible de soslayar aun por lo reacios a aceptar la inviabilidad catastrófica de un modelo político y económico antisocial, anti-pueblo.
Y por ser precisamente un modelo político y económico opuesto a los intereses populares (los pueblos son el elemento constitutivo principal y mayor del Estado), su inviabilidad se mostró desde su implantación hace casi 28 años.
Esa implantación fue arbitraria ?antidemocrática--, racionalizada en 1982 por el entonces Presidente Miguel de la Madrid (muerto en vida desde hace dos meses por fiat de Carlos Salinas) en la lógica de la infalibilidad presidencial.
Esa lógica tlatoánica es aberrante: absolutismo cerril --opuesto al ilustrado? que hizo posible revertir desde 1946 los ideales de la Revolución Mexicana como fase de apogeo de las luchas históricas de los pueblos de México.
II
Esas luchas continúan ocurriendo bajo una gama cada día más variopinta de modalidades, desde la resistencia activa hasta las movilizaciones públicas de damnificados hasta las exigencias de por lo menos 45 grupos armados.
Esos grupos armados, señálese, no están lejos del caro leyente, aunque éste no registre ni identifique su existencia. Están desde Chihuahua hasta Campeche y Chiapas, en una transversalidad geográfica del Golfo al Pacífico.
Trátase, al aludir a esos 45 grupos armados, no de bandas de delincuentes ?asaltantes como los denominados laxamente ?Zetas? ni de sicarios del ?narco?--, sino damnificados del quehacer antisocial del poder político del Estado.
Y damnificados también de la descomposición del poder político del Estado que ha contaminado a éste y a segmentos de la sociedad cuyo acervo vivencial se expresa en una cultura del agandalle y el ?¡sálvese quien pueda!?.
Subráyese a fuer de precisión que algunos de esos grupos armados (según cierta taxonomía gubernamental) no pretenden derrocar al gobierno bajo una inspiración reivindicadota dada, sino simplemente se crearon como autodefensa.
En ese contexto, los gobiernos de los 31 Estados Unidos Mexicanos y el Distrito Federal (que sólo en términos implícitos es signatario del Pacto Federal) tienen en sí, germinando, simientes de una balcanización de hecho.
Empero, tales simientes de balcanización de hecho ?no de derecho, nótese-- no tienen el mismo motivo que los grupos armados de autodefensa; es respuesta del poder político local a la descomposición y el vacío del poder político federal.
Y, aunque de diferente estilo, también hay descomposición en el poder político local, secuela de ineptitudes, traiciones y corruptelas de sus propios personeros. En muchos de los 31 Estados y los 2,500 municipios hay vacíos de poder.
III
Pero esa manifestación ya no es registrada e identificada sçolo por la conciencia individual de algunos, sino discernida en lo práctico: en el creciente desempleo, la erosión de expectativas reales, inseguridad social, criminalidad.,
Vacío de poder es una definición de las ciencias políticas y sociales que engloba ausencia de autoridad práctica, pérdida de influencia moral, cese del alcance real del mando, incapacidad para usar la política para gobernar, etc.
El señor Calderón, considerado espurio por muchos de sus compatriotas desde que un tribunal electoral a modo declaró válida el resultado de la elección y lo declaró Presidente, se desempeña precisamente confirmando esa espuriedad.
En ese gran vacío de poder formal ?institucional? se cincelan nuevos poderes y se fortalecen y consolidan otros, los fácticos, como el del ex Presidente Salinas, eje pivotal, hoy, de las fuerzas de gravedad del priísmo.
En ese vacío prevalece una constante referencial: el modelo económico y político actual, en degradación extrema a la vista, fue implantado por ese priísmo y consolidado por el salinismo y ello da pie a una falacia colosal.
Y la falacia es la de que si el creador del problema fue el PRI, a éste corresponde resolverlo. Es posible que el priísmo llene el vacío, más sólo en función de los intereses de sus cúpulas, no a favor de los pueblos de México.
La historia nos lo ha dicho que sólo la ciudadanía puede llenar a cabalidad ese vacío indicador de la descomposición del poder político del Estado. ¿Estamos en el umbral de una nueva fase de las luchas históricas de los pueblos de México?
Por Fausto Fernández Ponte
[email protected]
www.faustofernandezponte.com